Semana 69 / 116 Febrero de 2013
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Alba Hoyos Botero
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BENEDICTO XVI ANUNCIÓ QUE POR LA EDAD AVANZADA
RENUNCIA AL MINISTERIO DE OBISPO DE ROMA, SUCESOR DE SAN PEDRO
Radio Vaticana 2013-02-11
(RV).- Os
doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado
junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor
Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna
bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice”.
Así lo afirmó el Papa durante el Consistorio Público Ordinario de esta mañana:
Vaticano, 10 de febrero 2013
Queridísimos hermanos, Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las
tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran
importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios
reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad
avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe
ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no
menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a
rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida
de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es
necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en
los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi
incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto,
siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro
que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue
confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que,
desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de
San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene
competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos
hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que
habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis
defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro
Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su
materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por
lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a
la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
BENEDICTUS PP. XVI
LOS
PAPAS QUE HAN RENUNCIADO EN 2000 AÑOS DE HISTORIA CATÓLICA
Lunes 11 de Febrero de 2013, 09:16 am
La renuncia más polémica fue la del papa Celestino V,
el Pontífice del "gran rechazo" en el Vaticano.
(Foto: wordpress.com)
El primer papa en dimitir fue Clemente I (del 88 al 97) porque tras ser arrestado y condenado al
exilio decidió que los católicos no se quedasen sin un guía espiritual. El
último en dimitir fue Gregorio XII (1406
a 1415), que vivió el llamado Cisma de Occidente
88-97: Clemente I renuncia a favor de
Evaristo, porque tras ser arrestado y condenado al exilio decidió que los
católicos no se quedasen sin un guía espiritual.
230-235: Papa Ponciano dejó su cargo a
favor del Papa Antero al haber sido enviado al exilio.
536-537: Papa Silverio fue obligado a
renunciar a favor del Papa Vigilio.
10 de marzo al 1 de mayo de 1045: Benedicto
IX abdica en un primer momento a favor de Silvestre III y después retomó el
cargo para pasarlo a Gregorio VI, quien fue acusado de haberlo adquirido
ilegalmente y decidió también renunciar.
29 de agosto al 13 de diciembre de 1294: El
caso más conocido fue el del papa Celestino
V, quien ha pasado a la historia como el pontífice del "gran
rechazo", pues su pontificado duró del 29 de agosto al 13 de diciembre de
1294 y después se retiró a una vida de ermitaña. Tras su renuncia fue elegido
Bonifacio VIII.
1406-1415: El último papa que
renunció fue Gregorio XII, que vivió
el llamado Cisma de Occidente, en el que coincidieron tres papas al mismo
tiempo: además de Gregorio XII, el papa de Roma; Benedicto XIII, el papa de
Avignon, y el llamado "antipapa" Juan XXIII.
Con el concilio de Constanza, el emperador
Segismundo obligó a dimitir a los tres pontífices, pero sólo Gregorio XII
obedeció y después de él fue elegido Martín V.
2005-2013: Benedicto
XVI
anuncia su renuncia al cargo por “falta de fuerzas”.
LA BIOGRAFÍA DE
BENEDICTO XVI

El cardenal Joseph Ratzinger, Papa
Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de
abril de 1927 (Sábado Santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre,
comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de
la Baja Baviera, de condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija
de artesanos de Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de
cocinera en varios hoteles.
Pasó su infancia y su adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad
cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese
marco, que él mismo ha definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana,
humana y cultural.
El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación de su familia
lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos en los que el
régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica.
El joven Joseph vio como los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración
de la Santa Misa.
Precisamente en esa compleja situación, descubrió la belleza y la verdad de
la fe en Cristo; para ello fue fundamental la actitud de su familia, que
siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una arraigada
pertenencia a la Iglesia.
En los últimos meses de la segunda guerra mundial fue enrolado en los
servicios auxiliares antiaéreos.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de
filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en Baviera.
Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.
Un año después, inició su actividad como profesor en la Escuela superior de
Freising.
En el año 1953 se doctoró en teología con la tesis: “Pueblo y casa de Dios
en la doctrina de la Iglesia en san Agustín”. Cuatro años más tarde, bajo la
dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen,
obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre: “La
teología de la historia de san Buenaventura”.
Tras ejercer como profesor de teología dogmática y fundamental en la
Escuela superior de filosofía y teología de Freising, prosiguió su actividad
docente en Bona, de 1959 a 1963; en Muñiste, de 1963 a 1966; y en Tubinga, de
1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de dogmática e historia
del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de
vicerrector de la Universidad.
De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio Vaticano II como
“experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo
de Colonia.
Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al
servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica
Internacional.
En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros
grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y
Freising. El 28 de mayo recibió la Ordenación episcopal. Fue el primer
sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la
gran archidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: “Colaborador. de la
verdad” y él mismo lo explicó: “Por un lado, me parecía que expresaba la
relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. Aunque de
diferentes modos, lo que estaba y seguía estando en juego era seguir la verdad,
estar a su servicio. Y, por otro, escogí este lema porque en el mundo de hoy el
tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo
demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se
desmorona”.
Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de “Nuestra Señora de
la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de junio del mismo
año.
En 1978, el Cardenal Ratzinger participó en el Cónclave, celebrado
del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual lo nombró su Enviado
Especial al III Congreso mariológico internacional, que tuvo lugar en Guayaquil
(Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre del mismo año,
participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo II.
Fue Relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos,
de 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el mundo
contemporáneo”, y Presidente delegado de la VI Asamblea general ordinaria, de
1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia”.
Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica
Internacional, el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al
gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising El 5 de abril de
1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede suburbicaria de
Velletri-Segni.
Fue Presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la
Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al
Papa el nuevo Catecismo.
Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección del cardenal
Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por los
Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su
elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede
suburbicaria de Ostia.
En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones con ocasión del
XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn, Alemania, que
tuvieron lugar el 3 de enero.
Desde el 13 de noviembre de 2000 fue Académico honorario de la Academia
Pontificia de las Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaria de Estado para
las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias
Orientales, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para los
Obispos, para la Evangelización de los Pueblos, para la Educación Católica,
para el Clero y para las Causas de los Santos; de los Consejos pontificios para
la Promoción de la Unidad de los Cristianos y para la Cultura; del Tribunal
Supremo de la Signatura Apostólica; y de las Comisiones pontificias para
América Latina, “Ecclesia Dei”, para la Interpretación auténtica del Código de
Derecho Canónico y para la Revisión del Código de Derecho Canónico Oriental.
Entre sus numerosas publicaciones ocupa un
lugar destacado el libro: "Introducción al Cristianismo",
recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión
de fe apostólica; "Palabra en la Iglesia" (1973), antología de
ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral.
Tuvo gran resonancia el discurso que
pronunció ante la Academia bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la
Iglesia?”, en el que, con su habitual claridad, afirmó: “Sólo en la Iglesia es
posible ser cristiano y no al margen de la Iglesia”.
Sus publicaciones fueron abundantes a lo largo de los años, constituyendo
un punto de referencia para muchas personas, especialmente para los que querían
profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista
“Informe sobre la fe” y, en 1996 “La sal de la tierra”. Asimismo, con ocasión
de su 70° cumpleaños, se publicó el libro: “En la escuela de la verdad”, en el
que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y de su obra.
Ha recibido numerosos doctorados “honoris causa”: por el College of St.
Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad
católica de Eichstätt (Alemania) en 1985; por la Universidad católica de Lima (Perú),
en 1986; por la Universidad católica de Lublin (Polonia), en 1988; por la
Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Libre Universidad
María Santísima Asunta (LUMSA) (Roma), en 1999; por la Facultad de teología de
la Universidad de Wroclaw (Polonia), en 2000.
¿QUIÉN SERÁ EL SUCESOR DE BENEDICTO XVI?

Un sin fin de imponderables actúan en una de las elecciones más
anacrónicas y misteriosas
Si
cada cónclave de la Iglesia para suceder a un Papa es un enigma, esta vez, tras
la renuncia voluntaria de Benedicto XVI, lo es doblemente. En
circunstancias normales, generalmente hasta los mayores analistas de cuestiones
romanas, conocidos como vaticanistas, se han equivocado siempre en sus
pronósticos y profecías. Hasta el punto que se pensó en hacer un trabajo de
investigación histórica sobre la dificultad de acertar en la elección de un
Papa.
Un sin fin de imponderables entran en juego
en una de las elecciones más anacrónicas y revestida de silencios y misterios.
El mismo Benedicto XVI, que acaba de
renunciar a su cargo, impidió en el cónclave en el
que saldría elegido, que los cardenales que deberían elegir al
sucesor de Pedro, diesen entrevistas a los periodistas. Ahora, en el cónclave que
tendrá lugar en marzo próximo y que ha pillado por sorpresa a la Iglesia y a
los cardenales que deberán elegir el sucesor del Papa Ratzinger, la dificultad
será aún mayor si cabe. Va a tener lugar, además, esta elección, no sólo con el
antecesor vivo, algo inédito en la historia de los cónclaves, sino en el
momento en el que el Vaticano y los hombres más cercanos al Papa se han visto últimamente
envueltos en escándalos de varios tipos.
La Iglesia se encuentra además en un momento
en el que el islamismo avanza en Asia y África, como los evangélicos en América
Latina, considerada la reserva espiritual del catolicismo, mientras la
cristiana Europa se seculariza. A ello hay que añadir que el nuevo Papa se
encontrará teniendo que lidiar con un mundo en profunda crisis económica y
política, con una Europa desorientada y frustrada, con Asia en ebullición y con
desafíos enormes que la ciencia y la tecnología imponen a nuestra civilización,
empezando por la reciente creación del hombre biónico con todas las
consecuencias que ello y la manipulación genética van a comportar.
El mundo está en profunda transformación, en
pleno metabolismo, mientras que la Iglesia hasta ayer, hasta el gesto de
ruptura de Benedicto XVI, continúa anclada en el pasado como si la modernidad
no hubiese aterrizado ya hace tiempo en nuestro planeta. A todo esto la Iglesia
deberá pensar a la hora de elegir al sucesor de Pedro en momentos tan cruciales
para la fe como para la laicidad. Es pronto para nombrar posibles papables. Como
ya he escrito en varios de los cónclaves anteriores sobre los que me tocó
informar en este mismo diario, la discusión sobre si sería mejor un Papa
latinoamericano o africano o asiático o de nuevo europeo y más concretamente,
italiano, tiene poco sentido. Ello, porque lo importante es que el sucesor de
Benedicto XVI sea un Papa capaz de entender y afrontar que el mundo está
cambiando rápidamente y que de nada le servirá a la Iglesia continuar levantado
muros para impedir que le lleguen los gritos de cambio llegados desde buena
parte de la misma cristianidad.
De poco serviría que el Papa fuera brasileño
o argentino o mexicano si fuera elegido algunos de los cardenales de esos
países muchas veces más retrógrados e intransigentes con el paso de los tiempos
que cualquier europeo. O que sea elegido un cardenal africano si es en realidad
más europeo que los mismos europeos. He conocido cardenales africanos que casi
se avergonzaban de serlo. Lo importante no es ni el color de la piel, ni la
nacionalidad, ni lo exótico del nuevo Papa. Lo que debería contar es que sea un
Papa capaz de comprender el mundo en que vivimos. Se plantean en este sentido
dos posibilidades. La primera es que pueda realizarse la teoría del libro El poder del hábito,
de Charles Duhigg, un best seller en
los Estados Unidos. Es decir, que pueda darse al igual que ocurre cuando
cambiamos un hábito arraigado en nuestra vida que puede acabar cambiándola
radicalmente, también ese hecho nuevo de la renuncia del Papa pueda llevar a la
Iglesia a una revisión a fondo de su comportamiento actual. Podría, ese gesto
innovador y para la propia sorpresa del Papa, producir un movimiento sísmico
que remueva varias fichas hasta conducir a una verdadera novedad en el próximo
cónclave.
La otra posibilidad, menos halagueña y quizás
más real es que, al revés, este gesto acabe convenciendo a los cardenales, de
que la Iglesia debe cerrar sus filas frente a lo que considera una cruzada de
agnosticismo y ateísmo en el mundo y acabe buscando, como cuando fue elegido Benedicto
XVI, un candidato a la sede de Pedro, que se enfrente de nuevo con el mundo
moderno y levante la bandera de la reconquista de la fe, según los cánones
perdedores del pasado. Pronto lo sabremos.
LO QUE PUEDE CAMBIAR EN LA IGLESIA CON LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI

Que
un Papa renuncie a su cargo, después de 717 años sin que un Pontífice lo
hiciera, no solo es un gesto sorprendente sino que puede acarrear consecuencias
impensables para la Iglesia y el Vaticano. A pesar de que el motivo por el que Benedicto XVI renuncia a su cargo ha
sido el de su salud precaria, no cabe duda de que detrás de ello existen otros
motivos que aún desconocemos. Papas mucho más enfermos que él han fallecido sin
renunciar a lo que, por ejemplo, Juan Pablo II consideraba que era un deber
ineludible de un sucesor de San Pedro: continuar en sus funciones hasta la
muerte.
En la historia de la Iglesia, se podría decir
que el Papa Ratzinger ha sido el primero -entre uno y cuatro, según diferentes
historiadores- en una veintena de siglos que ha renunciado a su cargo, ya que
la renuncia de Celestino V, en 1296, fue del todo especial ya que era un monje
al que prácticamente le obligaron a aceptar el papado contra su voluntad y
reconoció enseguida que no estaba preparado para aquel oficio.
Desde entonces, Benedicto XVI ha sido el
único papa “normal” que ha decidido abandonar sus funciones a pesar de que
hasta teológicamente siempre se ha discutido si un Papa puede renunciar a su
cargo.
El Derecho Canónico prevé que un Papa deje
sus funciones en caso de que esté en pleno uso de sus facultades mentales y
haga la renuncia expresamente pública. Solo cuando el progresista Juan XXIII
anunció de sorpresa la convocatoria de un Concilio Ecuménico hace ahora 50
años, algunos cardenales conservadores, entre ellos el entonces cardenal de
Génova, Giuseppe Siri, habían tentado deponer al Papa Roncalli alegando que
había perdido el juicio.
Cuando en la Iglesia se da un gesto de
ruptura histórica como el que acaba de anunciar Benedicto XVI, no cabe duda que
ello puede desencadenar por efecto dominó una serie de imprevistos empezando
por el problema de su sucesión que podrá ser totalmente diferente de los
anteriores, dado, además, que a ese cónclave va a asistir seguramente por la
primera vez en la Historia, la persona a la que un cardenal deberá suceder. Y
no es impensable que Benedicto XVI, aunque ya no Papa, pueda tener un influjo
especial en el nombramiento de su sucesor. Para bien o para mal.
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